Eugenio Brito en la memoria

Escrito por: Sandra Santander Montero

Reservado y muy cortés, apareció por allí una mañana cualquiera, lo encontré caminando, en compañía de Enrique Ordóñez por el largo pasillo de la escuela, saludaba, recorría los talleres y  observaba  nuestro quehacer de estudiantes. Venía desde su tierra natal, Viña del Mar, para integrarse  como profesor de pintura y director del Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción. Eran tiempos difíciles.

Eugenio Brito, artista plástico,  quien había desarrollado una importante trayectoria como escultor y ceramista, estaba recibiendo por aquellos días premios y  reconocimientos como pintor y muralista, razón  por la que  imagino, venía para enseñar en  el taller de pintura en nuestra escuela  y no escultura como hubiésemos querido. Igual de tarde en tarde, se daba una vuelta por el taller de escultura, comentaba nuestros trabajos y se entusiasmaba con las posibilidades técnicas que ofrecían el granito y la madera. Lo  conocí allí,  siendo estudiante de arte con una marcada inclinación por esta disciplina, especialmente por el modelado en arcilla, la figura humana,  las pátinas y los esmaltes, técnicas que él conocía bastante por su paso por la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, por la mítica cerámica de Lota, y por  el taller La Cascada de Concepción, desde su primera estancia en esta ciudad entre los años 50 y 60. De ese periodo se conserva  en nuestra región, parte importante de su obra, como por ejemplo el mural Las Tres Pascualas, realizado en mosaico y cerámica esmaltada, en una de las escaleras de la  Galería Universitaria.

Así  en 1975  Brito  regresó a vivir a Concepción, ciudad de la  que no volvería a irse. Aquí, como en el resto de  Chile, transcurrían tiempos difíciles. La llegada del gobierno militar en 1973  alteró significativamente no solo  el quehacer  nacional,  también tuvo un importante  impacto restrictivo en la actividad artística. En el  Departamento de Artes Plásticas de la Universidad se percibía  cierta precariedad  por la ausencia, forzada o voluntaria,  de algunos de sus profesores y  de más de algún alumno. La carrera de Licenciatura en Arte resistía  las miradas sospechosas  con la formación de nuevas generaciones de artistas, poniendo énfasis en  el dibujo académico, la teoría del color y las técnicas escultóricas, especialmente la cantería. El academicismo operaba como un catalizador en nuestra formación, de manera que  transitábamos  por la  escultura, la pintura o el grabado,  sin mayores cuestionamientos, (al menos los confesados),  ensimismados en la búsqueda de un lenguaje plástico  propio, concentrado en el objeto y basado más en el  “efecto retiniano” que en los contenidos, el sentido crítico o el compromiso social. El nuestro era un discurso visual inmóvil, desvinculado del contexto y la problemática social y política del Chile de entonces, convulsionado y prácticamente excluido de los circuitos internacionales de arte.

En este escenario,  Eugenio Brito se suma a nuestra formación universitaria, aportando su experiencia como artista, y como becario con  residencias fuera de Chile. Importantes  fueron, para su evolución como artista y profesor, tanto su trayectoria en nuestro país, como sus viajes de estudio. Así, su larga permanencia en Paris le permitió establecer  contacto con poetas y escritores, y  artistas como Picasso a quien visitó más de una vez en su taller; su  estadía en los talleres de Florencia, su trabajo con  los ceramistas en Limoges en unas jornadas memorables fueron marcando y potenciando sus valores y capacidades. Su contacto  con  los maestros muralistas mexicanos, con quienes compartía la pasión por el discurso pictórico directo al muro, le significó la invitación  a colaborar en la ejecución del mural de la Casa del Arte de la Universidad de Concepción, junto al maestro González Camarena, en el año 1964.

A través de su  experiencia,  Brito nos vinculaba a determinados circuitos del arte y al mismo tiempo nos incentivaba a escarbar en nuestra historia y en el complejo entrecruce de culturas que componen nuestro acervo cultural.  Contribuyó positivamente con la renovación de ciertos modelos de representación, algo desgastados en las aulas académicas; influyó también en la búsqueda de nuevos lenguajes en la pintura, con clara tendencia al abstraccionismo, en el ahondamiento de las posibilidades expresivas de la  materia, en la incorporación de formatos mayores en la pintura  y,  fundamentalmente, como buen defensor de los temas americanistas, a incluir en el proceso creativo, nuestra herencia  cultural.

Temas que Eugenio Brito,   desarrollaba a través de su obra, especialmente en la escultura, en cuya concepción  formal  circunscribe el tema  a la volumetría del  bloque con carácter  totémico. Ya fuera en arcilla, piedra o madera, estas esculturas especialmente las antropomórficas, están  solucionadas   plásticamente  en base a  líneas y  planos definidos, para quebrar la luz y calar la materia, en una  clara intención de instalar un lenguaje escultórico vinculado a  la  síntesis formal  de la  escultura  precolombina. En la mayoría de estas obras exhibe una importante  raigambre en las  culturas originarias, especialmente en las realizadas en  los años 60,  en las que exhibe  una evidente conexión con las estelas mayas o la cerámica  andina.

Mención aparte merecen sus trabajos con temáticas religiosas. La serie de murales sobre  el Vía Crucis, realizado en arcilla  en los talleres de la Planta de refractarios de la Cía. Siderúrgica Huachipato, es esencialmente figurativo y expresivo. Una de sus copias se encuentra en el Santuario de San Sebastián en Yumbel.

Su obra, como la de muchos de su generación,  posee  ese singular  mestizaje resultado de su conocimiento del arte europeo,  su formación  académica y la influencia de  nuestras  culturas originarias,  desarrollado y acentuado en su peregrinar por las academias y talleres de Europa y América. Toda esta trayectoria,  estas  experiencias  y valores  fueron  entregados   y compartidos,   profunda y generosamente con otros artistas, con sus alumnos y con  quienes  conocieron su  sereno y reflexivo mundo creativo.

Sandra Santander Montero, es Licenciada en Artes Visuales, escultora, ceramista, académica y curadora de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción

Este artículo es parte del Libro “Eugenio Brito, Una mirada personal”, autora Paula Brito Figueroa. 2010.

Concepción, invierno de 2009.-

Conoce más