La pintura de Eugenio Brito: Una apacible protesta humana

Escrito por: Por Luis Jordan. Diario El Universal, Revista de la Semana, México D.F. Domingo 23 de noviembre de 1969.

Eugenio Brito es un joven chileno nacido, en Viña del Mar, formado allí mismo, perfeccionado en Florencia, Italia. Ha viajado por Bélgica, España y Suiza, ha expuesto en su país y en el extranjero. A partir del 26 de noviembre presenta sus obras en la Unidad Cultural Zacatenco del I.P.N., Bajo el patrocinio de O.P.I.C. De su pintura se ha dicho:

“…La concepción de la obra de Eugenio Brito es dinámica. Lo embrionario de una pintura en movimiento… la clave reside en esa situación dual -mitad mecánica, mitad onírica- no fusionada y quien sabe sin probable fusión…De lo racional brota un relámpago de irracionalismo… El proceso de transformación es instantáneo. ¿Qué es eso que viene hacia nosotros? ¿Es un espectro, un organismo torturado, es una máquina ciega? Es todo eso y mucho más: es un hombre”.

Amigo de México, admirador de nuestro arte, Eugenio Brito es de ágil palabra, como todo buen chileno. Busca la expresión adecuada y subraya los momentos que no deben perderse, lo que le dolería si se omitiese. Su expresión debe ser producto de su labor docente. Parece dar una conferencia al ser entrevistado:

 ¿Es la actual su primera visita a México?

No, estuve aquí en 1964, trabajando con González Camarena en Chapultepec. Posteriormente trabajé con él y su equipo en la realización de un mural en la Universidad de Concepción, en mi país. Ya en esa primera visita tuve oportunidad de trabar conocimientos con destacados artistas mexicanos como Felguérez, Tamayo y Siqueiros. Los seis meses que entonces pasé en México fueron de experiencias valiosísimas.

Realmente es imposible conocer el arte pictórico mexicano sin venir a este país. Lo que uno encuentra en reproducciones más o menos buenas es bien poco, y además el arte pictórico de México necesita de su medio ambiente para integrarse y poder dar al espectador una vivencia plena. Por otra parte todo artista necesita salir de su país para conocer nuevos horizontes. La obra que yo presento entrega experiencias pictóricas recogidas en el extranjero, en Europa y en México.

¿Qué nos dice de la pintura mural chilena?

Bueno, yo no soy un muralista, mi pintura es de caballete aunque el caballete haya crecido tanto. Nosotros los chilenos no tenemos una tradición muralista. Los murales que se hacen –yo mismo realicé en Viña del Mar uno- se hacen por encargo, con un sentido ornamental, persiguiendo un afán decorativo y nunca realmente artístico. Después de conocer el muralismo mexicano, yo no puedo decir que hacemos murales en Chile o en cualquier otro país de América Latina.

No se trata solamente de que México tenga una escuela y una tradición en este campo. La cosa es más compleja: ustedes tienen una historia que da los fundamentos al mural, una revolución que impulsa su desarrollo con fuerza insospechada, que se proyecta a través de lo plástico. La fusión de lo plástico con lo ideológico se da sola. La pintura mural mexicana no es descriptiva, su mensaje surge del desarrollo de lo eminentemente plástico.

¿Y de la pintura mural mexicana?

Admiro, de los muralistas tradicionales, a Juan O’Gorman quien sigue los pasos de Rivera y es modificado por mi maestro González Camarena. Tamayo es más universal en su arte, aunque yo siempre digo que es más mexicano de lo que él pretende. No se trata de temas, ni de su colorido, de formas o su composición. Hay aquí un elemento interno que no puede explicarse, que se percibe o no, que dice de la magnifica obra de Tamayo que es mexicana. De Siqueiros ¿qué decir? No se puede expresar su grandeza con palabras.

¿Qué ha descubierto en la pintura moderna mexicana?

He redescubierto algo que ya se dejaba ver en 1964, un nuevo brote que ha tomado fuerza en las galerías de las calles Hamburgo, Gironella, Cuevas. No sé dónde ha brotado esto, pero es una aventura de profunda inspiración goyesca. Nosotros en Chile también conocemos este movimiento, en Europa es lo mismo.

Creo que se ha originado en México, ese retorno a Goya más que ser mexicano. En lo personal me interesa muchísimo esa nueva veta, aunque no sea lo tradicionalmente mexicano. Es deseable que no signifique un abandono a lo alcanzado ya, pero el desarrollo no depende de nuestros buenos deseos. Las cosas acontecen y ya no hay retorno. Los tres grandes han cumplido, y necesariamente surgen nuevas escuelas.

Ahora lo que quisiera subrayar como fundamental, es que México tendrá siempre un estilo propio, una personalidad artística definida en su pintura y conformada a través en un patrimonio cultural inagotable y rico. Nosotros en Chile tenemos en mente un reflejo de lo europeo, México no. Es un consenso mundial: se viene a México a ver la escuela mexicana, a apreciar su fuerte personalidad pictórica.

Háblenos de su pintura.

 Puede llamársele pintura concreta, nacida de una mezcla de realismo y subjetivismo. Es la realidad de lo irreal. Trato de entregar a través de lo real, lo alucinante. Mi pintura es silenciosa, callada, pero crítica. Mis cuadros despiertan inquietudes, producen interrogantes, provocan un diálogo callado entre el artista y el espectador.

Mi pintura trata de clasificar al hombre contemporáneo que ha producido una burocracia que le oprime y le domina. Por ello aparecen en mis cuadros archivos que contienen partes del cuerpo humano. El hombre se ha dejado meter en un archivo como si fuera un documento inservible. Quiero criticar calladamente la enajenación humana, la reducción del hombre a número frío.

Mi estilo es depurado, limpio. No se como una pintura puede ser limpia y depurada, pero mis cuadros son así. En cuanto a materiales, utilizo Politex llevado de México. Hay en mis cuadros un planteamiento muralista aunque no sean murales.

¿Puede hablarnos de su trabajo en el mural de González Camarena en la Universidad de Concepción?

Ese trabajo se inició aquí en México, en 1964, para terminar en abril del año siguiente, en Chile. Lo más importante de ese trabajo fue la convivencia humana de pintores de dos países en un trabajo intenso y entusiasta, en un ambiente de cordialidad. Para los dos chilenos que trabajamos allí, Albino Echeverría y yo, significo empaparse de la obra del maestro, de su estilo, de su visión del muro.

Además, González Camarena tuvo una sensibilidad especial para recibir impulsos y controlarlos con un gran respeto para la individualidad de cada uno de los participantes. Ese trato a nivel profesional tal vez fue lo más destacado de la atmósfera de trabajo.

Por lo demás, el mural de Concepción es un sitio de atractivo turístico en Chile, y goza de merecido prestigio. Está ubicado sobre un muro que fue especialmente construido para el mural y realmente esta muy logrado. La pintura de Camarena es una pintura poética, de suspenso, silenciosa, respetuosa, callada.

¿Encuentra afinidad con su pintura?

Nunca me atrevería a compararla. Yo pretenderé lograr lo que González Camarena ha hecho. Tal vez haya una afinidad en el enfoque, pero nunca en las realizaciones. Para mi fue un hallazgo encontrarme con González Camarena y trabajar a su lado, porque su pintura, sus concepciones de lo plástico, es algo que estaba en mi.

¿Qué me dice del movimiento pictórico chileno?

Nos encontramos en un momento de discusión, en un periodo de explosiones juveniles. Yo siempre he sido silencioso y he preferido que sea la obra la que hable. Vivimos en el auge de lo que se ha dado en llamar “Young power”, movimiento avasallador de pintores radicales de baja edad y preparación insuficiente.

Ellos creen que pueden ser voceros irrestrictos y exclusivos de todo lo nuevo, de la transformación en sí. Se exige que el artista cumpla en el plano social. Muchos de mis colegas abanderan movimientos que rompen vidrios y defienden la destrucción “para crear conciencia”. Es una manera de colocarse en posición de avanzada que para mi es solamente circo.

Me parece que el artista tiene una importante misión que cumplir. Uno debe ser el moderador, colocarse en lo justo, no salir a la calle a destruir por la misma destrucción. Ahora bien, no hay pintor en Chile que viva de su pintura: no hay mercado. Y se trata de un fenómeno general, una quiebra de los valores, la abolición de todo que propugna el “young power”.Y eso es absurdo. Empezar de la nada es imposible, la negación de lo viejo tiene que ir acompañada del reconocimiento a lo que puede perdurar. Se llega a defender ideas de lavado cerebral como la de privar al hombre de su alma cuando llega a la universidad. Tendríamos que irnos a la Luna para empezar totalmente desde el principio. Pero todo se concibe en tónica de fuerza. La sociedad tiene que cambiar, dicen. Todo es malo, todo es caduco.

Este movimiento no es privativo de Chile. Es una crisis aguda de negación en todos los órdenes culturales, artísticos, sociales y políticos. Cada uno trata de abolir lo que le antecede. Cuando esto se hace con buena intensión, esta bien; en caso contrario la intención nace muerta. Creo que todo ello es reflejo de los muy serios problemas que tiene América Latina en todos sus campos.

¿Cuáles son sus planes mediatos e inmediatos?

Primero la exposición que voy a presentar aquí. Tengo luego una invitación a Quito, Ecuador, y otra a Buenos Aires. La intención era pasar de México a EE.UU., donde sólo he estado de visita, pero la temporada esta por terminar allá, de manera que no se si extenderé mi viaje más al norte. Es muy importante, hay que decirlo, porque EE.UU. significa para nosotros el mercado más favorable.

Quisiera trabajar en México, no se si podré lograrlo, porque estoy en constantes reuniones con pintores y personalidades importantes, lo que es fundamental para la recolección de impresiones. Pero no me gusta visitar un país como turista. Quiero siempre en todo lugar, impregnarme de experiencias.

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