Desde las 10 de la mañana inicio la segunda visita a este museo. Comienzo en el pabellón egipcio: aquí tengo nobles trozos de granito rosa y verde oscuro con simplificadas formas que mi vista recorre con extraordinario agrado sin haber que nada turbe este viaje empezado hoy al Louvre y en el cual soy trasportado a milenios de siglos atrás a través de formas maravillosamente plasmadas de expresiones infinitas como la infinita universalidad que hay en cada trozo de estos en los testimonios que habla por medio de un lenguaje de luz y sombra con mas fuerza que las propias palabras. Figuras (incadas?) de dignidad (¿??????) y mirada de infinita profundidad pasan ante mi como proyecciones cronológicas de épocas ya pasadas. Cada figura es un monumento arquitectónico donde la seguridad matemática se identifica a la belleza abstracta. Belleza es cada grupo geométricamente concebido y bello es el resultado alcanzado. La esfinge es grandiosa, firme y segura de si misma y su mirada va mas allá de lo que nuestro alcance ve. Misterio y sombras indescifrables le envuelven con una (mortaja?) de (¿????) geométricos de cósmica belleza y todo parece reposar sobre el horizonte de un desierto sideral de limites inconmensurables.
La Victoria de Samotracia es otro milagro del refinamiento y gracia de la Grecia clásica.